Pecados ilegales que ansían ser cometidos pero acomete la
responsabilidad que a veces está perdida. Suavidad de una piel quebrada con
rastros de impureza. Hemisferios de una caja pensante que están en perpetuo
desacuerdo. Una súplica atea a dios para que no se imponga el instinto. Voces
que susurran con perspicacia intentan materializarse; el debate entre la
disconformidad del «no acto» y la animadversión de permitirles el gusto aún no
está resuelto.
La única pregunta que se intuye de todo esto es un «qué
hacemos».